Un manifestante bajo la emoción al creer ayer que Mubarak había dimitido. Horas más tarde se ha producido la dimisión del presidente egipcio quien ha dejado el poder en manos del ejército, segun ha anunciado el vicepresidente Omar Suleiman, su posible sucesor.Periodismohumano.com
Cuartopoder.es
Las horas que está viviendo Egipto en estos momentos son las más felices que varias generaciones recordarán en sus vidas. Son horas de libertad, tras liberarse del símbolo de la dictadura que les ha oprimido en los últimos 30 años, momentos de esperanza en un futuro donde la impunidad no tenga lugar y donde la democracia rija sus vidas.
El rais Hosni Mubarak, quien pretendía poseer Egipto como hacían los antiguos faraones, ha dimitido presionado por su pueblo, dejando el poder en manos de los militares. No suena a la situación ideal, pero nadie esperaba que entregase el poder al consejo de sabios, ya elegido por la oposición y los líderes juveniles, para que ellos acometan la transición. Lo más importante es que los egipcios han ganado un pulso improbable, desafiando a un miedo de tres décadas y a 1,7 millones de policías para decirle basta a la tiranía. Y así han hecho Historia y sentado un precedente que, junto a Túnez, debe tener temblando al resto de dictadores de la región.
Fue pasadas las seis cuando se confirmó una noticia que se llevaba rumoreando desde ayer por la noche, cuando Mubarak dio un último discurso anunciando que seguiría en el cargo hasta las elecciones de septiembre. La frustración de los cientos de miles de egipcios congregados en las calles para escuchar la renuncia de su presidente tras 17 días de protestas no les desanimó, más bien al contrario. Se dieron cita hoy, como cada viernes, en la Plaza Tahrir, que a partir de ahora será de tan obligada visita para los turistas como el Museo Nacional, con la esperanza de juntar a 20 millones en las calles de todo el país. La cifra no se ha cumplido, pero la afluencia desbordó cualquier expectativa.
Cuentan que la Plaza Tahrir no había estado tan llena en las tres semanas que duran ya las protestas. Que hasta ahora, los viernes –festivos y por tanto los días de más afluencia– la gente comenzaba a llegar a partir de las 13:00 horas, después del rezo, pero hoy pasó lo contrario. Desde las 10:00, los egipcios se aglutinaron en Liberación para celebrar allí el rezo del día sagrado. Entre sus plegarias, sólo una: acabar con la agonía a la que les ha condenado el presidente Hosni Mubarak con su negativa de abandonar el poder. Las agencias estimaban más de un millón de manifestantes en marchas gigantescas.
Esta vez, los manifestantes también se concentraron frente al Parlamento, el edificio de la televisión estatal y frente al Palacio presidencial, puntos estratégicos de la capital egipcia. Y entonces llegó la primera y esperanzadora noticia, confirmada poco después por un portavoz del Partido Nacional Democrático, la facción de Mubarak: el presidente había abandonado El Cairo. Lo hizo a bordo de helicópteros militares que sobrevolaban a una multitud incapaz de entender aún el objetivo de los aparatos, y puso destino junto a su familia hacia Sharm el Sheikh, la ciudad balneario situada en el Mar Rojo.
Poco después, la televisión estatal anunciaba la emisión de un importante comunicado, que correría a cargo de Omar Suleiman, nuevo hombre fuerte de Egipto. Resultaba difícil de creer su escueto mensaje. “El presidente Mohamed Hosni Mubarak ha decidido renunciar a su cargo de presidente de la República y ha encargado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país”. Eran las palabras mágicas que los egipcios esperaban para romper en llantos de alegría y liberar la tensión del pulso político que le han echado al régimen policial durante 18 interminables días. “El pueblo ha derrocado al régimen”, y “Alá es el más grande” fueron las consignas más oídas. Claxones, gritos, banderas egipcias que ondean, consignas que se felicitan por un éxito que pocos podían intuir. Egipto es esta noche una celebración.
Trescientos muertos, miles de heridos y un precedente histórico más tarde, Egipto abre ahora una nueva e incierta etapa. Los líderes más destacados de la oposición, Mohamad ElBaradei, Ayman Nour y los responsables de los Hermanos Musulmanes están siendo entrevistados por Al Jazeera: confirman que es el momento más feliz de sus vidas, dado que Egipto ha sido liberado mediante una revolución popular, y sólo desean que el Ejército continúe estando del lado del pueblo, como ha hecho durante toda la crisis. Para ElBaradei, la renuncia de Mubarak es “la emancipación de Egipto” y la “liberación de su pueblo”. Para Nour, es “la esperanza para las nuevas generaciones de que Egipto será libre”.La pregunta que sucederá a los festejos es quién y cómo gobernará Egipto. El poder ha sido transferido al Ejército, lo que deja incluso al actual vicepresidente, el general Omar Suleiman, en teoría al margen. Los hombres fuertes que se perfilan en el Egipto de las próximas semanas son el ministro de Defensa, Mohamed Tantawi, de 75 años, ex jefe de la Guardia Presidencial y un hombre de la vieja guardia de Mubarak, y el jefe del Estado Mayor egipcio, el general Sami Enan, de unos 60 años. Sobre éste último, poco conocido en Occidente, uno de los dirigentes de los Hermanos Musulmanes, Kamel el Hebawy, confiaba a Reuters hace diez días que podría “ser el hombre del futuro” dado que goza de buena reputación dentro y fuera del país. “No está envuelto en la corrupción. El pueblo no le conoce” como corrupto, señaló. En su opinión, el general no es un islamista pero es “un hombre bueno” y “un liberal”. Enan ha dedicado la mayor parte de su carrera militar a la defensa aérea.
En declaraciones a Al Jazeera, Ayman Nour confiaba en que el Ejército siga trabajando por el bien del pueblo, como ha hecho en estas tres semanas de revolución, y que ayude a encaminar Egipto hacia la democracia. Es lo único que esperan los egipcios: que ahora el Ejército no les robe su revolución.
Otra de las incógnitas es qué pasará con Mubarak, empeñado en “morir en suelo egipcio”, como ha repetido tantas veces. Se le sitúa en su residencia del Mar Rojo, en Sharm el Sheikh, pero no se puede descartar que se marche del país con nocturnidad y alevosía: después de esta escenificación –ayer afirmaba que se mantendría en el cargo hasta el fin de su mandato, hoy huyó de Palacio dejando el anuncio a su número dos– es probable que decida abandonar Egipto para poner rumbo a Europa (Alemania y Gran Bretaña suenan como destinos probables) o bien que se refugie, como otros dictadores, con sus amigos saudíes. Nadie en Egipto le echará de menos.
El rais Hosni Mubarak, quien pretendía poseer Egipto como hacían los antiguos faraones, ha dimitido presionado por su pueblo, dejando el poder en manos de los militares. No suena a la situación ideal, pero nadie esperaba que entregase el poder al consejo de sabios, ya elegido por la oposición y los líderes juveniles, para que ellos acometan la transición. Lo más importante es que los egipcios han ganado un pulso improbable, desafiando a un miedo de tres décadas y a 1,7 millones de policías para decirle basta a la tiranía. Y así han hecho Historia y sentado un precedente que, junto a Túnez, debe tener temblando al resto de dictadores de la región.
Fue pasadas las seis cuando se confirmó una noticia que se llevaba rumoreando desde ayer por la noche, cuando Mubarak dio un último discurso anunciando que seguiría en el cargo hasta las elecciones de septiembre. La frustración de los cientos de miles de egipcios congregados en las calles para escuchar la renuncia de su presidente tras 17 días de protestas no les desanimó, más bien al contrario. Se dieron cita hoy, como cada viernes, en la Plaza Tahrir, que a partir de ahora será de tan obligada visita para los turistas como el Museo Nacional, con la esperanza de juntar a 20 millones en las calles de todo el país. La cifra no se ha cumplido, pero la afluencia desbordó cualquier expectativa.
Cuentan que la Plaza Tahrir no había estado tan llena en las tres semanas que duran ya las protestas. Que hasta ahora, los viernes –festivos y por tanto los días de más afluencia– la gente comenzaba a llegar a partir de las 13:00 horas, después del rezo, pero hoy pasó lo contrario. Desde las 10:00, los egipcios se aglutinaron en Liberación para celebrar allí el rezo del día sagrado. Entre sus plegarias, sólo una: acabar con la agonía a la que les ha condenado el presidente Hosni Mubarak con su negativa de abandonar el poder. Las agencias estimaban más de un millón de manifestantes en marchas gigantescas.
Esta vez, los manifestantes también se concentraron frente al Parlamento, el edificio de la televisión estatal y frente al Palacio presidencial, puntos estratégicos de la capital egipcia. Y entonces llegó la primera y esperanzadora noticia, confirmada poco después por un portavoz del Partido Nacional Democrático, la facción de Mubarak: el presidente había abandonado El Cairo. Lo hizo a bordo de helicópteros militares que sobrevolaban a una multitud incapaz de entender aún el objetivo de los aparatos, y puso destino junto a su familia hacia Sharm el Sheikh, la ciudad balneario situada en el Mar Rojo.
Poco después, la televisión estatal anunciaba la emisión de un importante comunicado, que correría a cargo de Omar Suleiman, nuevo hombre fuerte de Egipto. Resultaba difícil de creer su escueto mensaje. “El presidente Mohamed Hosni Mubarak ha decidido renunciar a su cargo de presidente de la República y ha encargado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país”. Eran las palabras mágicas que los egipcios esperaban para romper en llantos de alegría y liberar la tensión del pulso político que le han echado al régimen policial durante 18 interminables días. “El pueblo ha derrocado al régimen”, y “Alá es el más grande” fueron las consignas más oídas. Claxones, gritos, banderas egipcias que ondean, consignas que se felicitan por un éxito que pocos podían intuir. Egipto es esta noche una celebración.
Trescientos muertos, miles de heridos y un precedente histórico más tarde, Egipto abre ahora una nueva e incierta etapa. Los líderes más destacados de la oposición, Mohamad ElBaradei, Ayman Nour y los responsables de los Hermanos Musulmanes están siendo entrevistados por Al Jazeera: confirman que es el momento más feliz de sus vidas, dado que Egipto ha sido liberado mediante una revolución popular, y sólo desean que el Ejército continúe estando del lado del pueblo, como ha hecho durante toda la crisis. Para ElBaradei, la renuncia de Mubarak es “la emancipación de Egipto” y la “liberación de su pueblo”. Para Nour, es “la esperanza para las nuevas generaciones de que Egipto será libre”.La pregunta que sucederá a los festejos es quién y cómo gobernará Egipto. El poder ha sido transferido al Ejército, lo que deja incluso al actual vicepresidente, el general Omar Suleiman, en teoría al margen. Los hombres fuertes que se perfilan en el Egipto de las próximas semanas son el ministro de Defensa, Mohamed Tantawi, de 75 años, ex jefe de la Guardia Presidencial y un hombre de la vieja guardia de Mubarak, y el jefe del Estado Mayor egipcio, el general Sami Enan, de unos 60 años. Sobre éste último, poco conocido en Occidente, uno de los dirigentes de los Hermanos Musulmanes, Kamel el Hebawy, confiaba a Reuters hace diez días que podría “ser el hombre del futuro” dado que goza de buena reputación dentro y fuera del país. “No está envuelto en la corrupción. El pueblo no le conoce” como corrupto, señaló. En su opinión, el general no es un islamista pero es “un hombre bueno” y “un liberal”. Enan ha dedicado la mayor parte de su carrera militar a la defensa aérea.
En declaraciones a Al Jazeera, Ayman Nour confiaba en que el Ejército siga trabajando por el bien del pueblo, como ha hecho en estas tres semanas de revolución, y que ayude a encaminar Egipto hacia la democracia. Es lo único que esperan los egipcios: que ahora el Ejército no les robe su revolución.
Otra de las incógnitas es qué pasará con Mubarak, empeñado en “morir en suelo egipcio”, como ha repetido tantas veces. Se le sitúa en su residencia del Mar Rojo, en Sharm el Sheikh, pero no se puede descartar que se marche del país con nocturnidad y alevosía: después de esta escenificación –ayer afirmaba que se mantendría en el cargo hasta el fin de su mandato, hoy huyó de Palacio dejando el anuncio a su número dos– es probable que decida abandonar Egipto para poner rumbo a Europa (Alemania y Gran Bretaña suenan como destinos probables) o bien que se refugie, como otros dictadores, con sus amigos saudíes. Nadie en Egipto le echará de menos.
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