Cuando fallece una persona, sobretodo si además es un personaje público, tendemos o bien a elevarle a los altares sin ningún motivo o bien a denostarle cobardemente en su ausencia. No quisiera que estas palabras puedan entenderse ni como un chascarrillo ni como un escarnio del fallecido presidente argentino Néstor Kirchner, pues considero que ni una cosa ni otra es digna cuando una familia y una nación pierde a uno de los suyos.
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