En estos momentos Siria está considerado como el país más peligroso del mundo al que puede ir a trabajar un periodista. Desde el inicio del conflicto en 2011 más de 110 profesionales han sido asesinados (el 90 por ciento de ellos locales) y alrededor de 60 han sido secuestrados o han desaparecido.
Además, el ritmo de los secuestros, a cuya lista hay que incorporar hoy a los españoles Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, se está incrementando según avanza el conflicto.
Al principio eran sólo las fuerzas del régimen de Bashar el Asad las que capturaban y retenían contra su voluntad a los periodistas, pero ahora se han sumando también las milicias rebeldes. Como dice el reportero de Le Monde, Jean Philippe Rémy, en Siria “se ha abierto la veda para cazar periodistas”.
Las declaraciones están sacadas de un completo informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) que se titula “Periodismo en Siria ¿Misión imposible?” (ver aquí en PDF), en el que se asegura también que el pasado mes de septiembre comenzaron a detectarse mensajes en algunos foros de internet de yihadistas en los que se urge abiertamente a sus militantes a “capturar a todos los periodistas”, especialmente a los extranjeros sospechosos de ser “espías pagados por Occidente”.
Poco después, en octubre, el Departamento de Estado de Estados Unidos alertó de que existía un complot para secuestrar a los periodistas occidentales que visiten el centro y el sur de Siria.
Este estado de las cosas, unido a la complejidad del conflicto que hace que incluso los periodistas con más experiencia pierdan sus puntos de referencia, está provocando que muchos se desanimen a la hora de ir a Siria, en donde la presencia de estos observadores independientes es esencial para explicar una guerra en la que se está abusando de la propaganda y la desinformación
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