DOWN LAS PALMAS - ENTREVISTA EN EL MIRADOR CANAL 4 TV from ALBERTO HUGO ROJAS on Vimeo.
Una asociación sin animo de lucro, que nace en Noviembre del año 1987 por la inquietud de un grupo de padres y madres queriendo dar respuesta a las necesidades de sus hijos/as Síndrome de Down.
Actualmente cuenta con 110 socios numerarios y 109 socios colaboradores.
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Dara Melián Santana acompañada de sus padres y de Carolina de Pedro, la vicepresidenta de la Asociación Síndrome de Down de Las Palmas. JUAN GREGORIO
DELIA JIMÉNEZ - LAS PALMAS DE GRAN CANARIA. Cuando Dara María nació un 18 de mayo de 1985 sus padres se llevaron una sorpresa en mayúsculas. Agustina Santana esperaba ansiosa el desenlace de su cuarto parto. Tras el alumbramiento advirtió un revuelo extraño entre los profesionales que la atendían en el paritorio del hospital Materno Infantil. Ni siquiera le habían extraído la placenta y el personal sanitario al completo se volcó en examinar a la recién nacida.
Los nervios empezaron a hacer mella en Agustina cuando nadie respondía a sus preguntas sobre el estado de su hija. En un momento dado consiguió volver la cabeza y su mirada se tropezó con la carita de Dara. Entonces, comprendió lo que sucedía: tenía una hija con el síndrome de Down. Reconoce que en aquel instante "me vi con un muro muy grande delante de mí. Empecé a llorar y caí en una depresión. También es cierto que mi madre había muerto hacia sólo unos meses y la echaba muchísimo de menos. El médico me confirmó lo que ya sabía".
Agustina había tenido un embarazo normal, en ninguna de las ecografías el ginecólogo había sospechado anomalía alguna. Sin embargo, una amiga ya tenía una niña con síndrome de Down, por eso le resultó tan fácil identificar los rasgos de su pequeña Dara María: sus ojitos, las orejas y la nariz eran diferentes.
Entre lágrimas le comunicó a sus otros tres hijos, entonces de 15, 12 y 10 años, que tenían una hermana especial y que debían estudiar y prepararse profesionalmente para que el día que ella y su marido "faltáramos ellos se ocuparan de la niña. Era mi gran obsesión: el futuro de Dara. ¿Quién iba a cuidar de ella cuando nosotros ya no estuviéramos?", explica Agustina.
A partir de aquel instante nunca más volvió a mirar hacia atrás. A los quince días de dar a luz, Agustina y su marido, José Melián Torres, a quien le brilla la mirada cuando mira a su hija más pequeña, ya estaban metidos en la difícil tarea de buscar el mejor equipo profesional de estimulación precoz para que Dara aprendiera a caminar, hablar, escribir, leer y hacer un montón de cosas. Encontraron un buen apoyo en el Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales), donde Agustina aprendió los ejercicios de motivación muscular que debía practicar en casa con la niña para combatir su hipotomía -disminución del tono muscular-. De esa manera, Dara logró caminar. La comunicación oral se le resistió un poco más. Agustina recuerda cómo le movía la boca a la niña para que aprendiera a decir: ¡Mamá, mamaaá! Pero de sus labios sólo salía la palabra "papaaá", su primera palabra.
Hoy, Dara es una joven inmensamente feliz que derrocha amor hacia su familia. "Es un ángel en nuestras vidas y nos da mucho más de lo que recibe", dice José Melián. Con siete años llegó la incorporación al sistema escolar obligatorio. Agustina y José iniciaron entonces una ardua batalla para que su hija fuera matriculada en el colegio concertado las Dominicas, en la calle General Bravo, el centro que le correspondía de acuerdo a la cercanía del domicilio familiar. De hecho, la pequeña Dara se convirtió en la primera persona con síndrome de Down integrada en un centro escolar concertado. El matrimonio quería la mejor calidad educativa para su hija y como le dijo Agustina a un responsable de la Consejería de Educación, que en el año 1992 pretendía derivar a Dara a un colegio público, "no le permito que usted ni nadie pisotee los derechos de mi hija".
Agustina y José se enfrentaron a la administración educativa. Por fin, un mes de noviembre Dara entró en el centro educativo las Dominicas donde años más tarde finalizaría sus estudios de cuarto de la ESO. "Era una niña muy estudiosa que seguía el ejemplo de sus hermanos. Ha unido a la familia como una piña", agrega Agustina.
Los nervios empezaron a hacer mella en Agustina cuando nadie respondía a sus preguntas sobre el estado de su hija. En un momento dado consiguió volver la cabeza y su mirada se tropezó con la carita de Dara. Entonces, comprendió lo que sucedía: tenía una hija con el síndrome de Down. Reconoce que en aquel instante "me vi con un muro muy grande delante de mí. Empecé a llorar y caí en una depresión. También es cierto que mi madre había muerto hacia sólo unos meses y la echaba muchísimo de menos. El médico me confirmó lo que ya sabía".
Agustina había tenido un embarazo normal, en ninguna de las ecografías el ginecólogo había sospechado anomalía alguna. Sin embargo, una amiga ya tenía una niña con síndrome de Down, por eso le resultó tan fácil identificar los rasgos de su pequeña Dara María: sus ojitos, las orejas y la nariz eran diferentes.
Entre lágrimas le comunicó a sus otros tres hijos, entonces de 15, 12 y 10 años, que tenían una hermana especial y que debían estudiar y prepararse profesionalmente para que el día que ella y su marido "faltáramos ellos se ocuparan de la niña. Era mi gran obsesión: el futuro de Dara. ¿Quién iba a cuidar de ella cuando nosotros ya no estuviéramos?", explica Agustina.
A partir de aquel instante nunca más volvió a mirar hacia atrás. A los quince días de dar a luz, Agustina y su marido, José Melián Torres, a quien le brilla la mirada cuando mira a su hija más pequeña, ya estaban metidos en la difícil tarea de buscar el mejor equipo profesional de estimulación precoz para que Dara aprendiera a caminar, hablar, escribir, leer y hacer un montón de cosas. Encontraron un buen apoyo en el Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales), donde Agustina aprendió los ejercicios de motivación muscular que debía practicar en casa con la niña para combatir su hipotomía -disminución del tono muscular-. De esa manera, Dara logró caminar. La comunicación oral se le resistió un poco más. Agustina recuerda cómo le movía la boca a la niña para que aprendiera a decir: ¡Mamá, mamaaá! Pero de sus labios sólo salía la palabra "papaaá", su primera palabra.
Hoy, Dara es una joven inmensamente feliz que derrocha amor hacia su familia. "Es un ángel en nuestras vidas y nos da mucho más de lo que recibe", dice José Melián. Con siete años llegó la incorporación al sistema escolar obligatorio. Agustina y José iniciaron entonces una ardua batalla para que su hija fuera matriculada en el colegio concertado las Dominicas, en la calle General Bravo, el centro que le correspondía de acuerdo a la cercanía del domicilio familiar. De hecho, la pequeña Dara se convirtió en la primera persona con síndrome de Down integrada en un centro escolar concertado. El matrimonio quería la mejor calidad educativa para su hija y como le dijo Agustina a un responsable de la Consejería de Educación, que en el año 1992 pretendía derivar a Dara a un colegio público, "no le permito que usted ni nadie pisotee los derechos de mi hija".
Agustina y José se enfrentaron a la administración educativa. Por fin, un mes de noviembre Dara entró en el centro educativo las Dominicas donde años más tarde finalizaría sus estudios de cuarto de la ESO. "Era una niña muy estudiosa que seguía el ejemplo de sus hermanos. Ha unido a la familia como una piña", agrega Agustina.
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