Si sois de los que os gustan los tomates, habréis comprobado que, cuando pasan un tiempo en casa, llega un momento en que no se pueden usar para ensalada, por su aspecto y su textura, pese a que el sabor aún es bueno. Muchos de ellos, que aún podrían usarse para otras comidas, van directamente a la basura, pero la solución más sencilla es otra: los tomates también se pueden congelar.
La creencia popular es otra, porque es verdad que una vez congelados no podremos usarlos para ningún tipo de ensalada. Sin embargo, si los guardamos en el congelador cuando estén a punto de pasarse, los tomates aún nos servirán, una vez descongelados, para todo tipo de salsa calientes, ya sean para platos de pasta, arroces, pistos y otras guarniciones.
Para congelarlos adecuadamente, dice la tradición que se deben escaldar durante 10-15 minutos en agua hirviendo y después pelar. Tras enfriarse, ya los tendremos listos para guardar en el congelador.
A los que seáis perezosos o tengáis mucha prisa os interesará saber que sin pasarlos por agua hirviendo también pueden usarse. Una buena manera de ahorrar en salsas, de no desperdiciar los productos frescos y, sobre todo, de tenerlos siempre a mano en caso de emergencia culinaria.
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