Bueno, pues ya está, ya podemos volver a limitarnos a saludar a los vecinos con un simple 'hola' sin apenas abrir la boca cuando nos crucemos con ellos en la escalera. Hasta el año que viene, villancicos, Papás Noeles trepadores y alfombras rojas húmedas pegadas cutremente al suelo de la calle con cinta americana en la entrada de los pequeños comercios. Todo el mundo a devolver sus casas a su estado original, quitando ornamentos, árboles, belenes y toda suerte de pequeñas y grandes luces que no han servido para otra cosa que tener que comprar legiones de baterías que todos acabaremos perdiendo, y, quizá y si ha habido suerte, para iluminar alguno de esos semi-sonámbulos viajes nocturnos al inodoro. Adiós, en definitiva, a la decoración navideña. Y como habréis podido observar, yo ya he hecho mi trabajo (aunque algo me habré dejado, seguro).
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